viernes, 13 de diciembre de 2019

"......Y cuidado que nos vigila la policía de lo correcto y las buenas costumbres....." (Enrique Bunbury)

"......Y cuidado que nos vigila la policía de lo correcto y las buenas costumbres....." (Enrique Bunbury) Un niño y niña normal y sano/a corre, grita, hace pataletas, se queja, pide cosas, lanza cosas, se ensucia, ensucia su entorno, en pocas palabras…….”ES”. Entonces, ¿por qué andamos detrás de ellos gritando cosas como?: No corras, cállate, deja la malcriadez, para de quejarte, deja de andar pidiendo todo lo que ves!!!, no lances eso!!!, mira como estás de cochino!!!!!!!!!! ¿Y es que acaso los adultos no hacemos lo mismo? Vivimos corriendo al estilo adulto en el día a día, para cumplir con los compromisos, el trabajo, la agenda y todo (además lógicamente por la necesidad familiar de generar dinero) para complacer a los demás. Vivimos gritando a todo el que nos saque de nuestras casillas aunque a veces el grito vaya por dentro, lo cual es peor aún. Vivimos haciendo pataletas de adulto cada vez que nos disgusta algo o cuando no hemos podido saciar nuestros caprichos materiales. Vivimos quejándonos, la queja es una característica de la humanidad actual, basta con leer los estados de Facebook, por ejemplo, para darse cuenta de ello. Vivimos lanzando cosas, al estilo adulto, lanzamos insultos, odio, envidia, críticas, comentarios destructivos, quejas (otra vez las quejas) y pare usted de contar la cantidad de energía negativa que una persona común lanza diariamente en un día normal. Ni hablar de ensuciar nuestro entorno, ¿o es que acaso creemos que por que sacamos la basura en bolsas, ésta se desintegra en el espacio? Mientras los niños y niñas ensucian una pared o una mesa, los grandes ensuciamos y causamos daños irreversibles al planeta en que ellos crecerán, y encima tenemos la desfachatez de exigirles pulcritud. La diferencia más grande entre un niño, niña y un adulto es que el niño simplemente “ES”, mientras que nosotros complacemos. Complacemos a nuestros padres (aunque ya no estén presentes), complacemos a la pareja, al jefe, al vecino, al amigo, a la comunidad, a la sociedad. Vivimos en un eterno complacer a los demás en vez de simplemente “SER”. ¿Desde cuando no te quitas los zapatos y caminas bajo la lluvia? Eso es "SER". No conforme con complacer a otros, enseñamos a nuestros niños a que nos complazcan, a que saquen las mejores calificaciones, a que se porten bien en casa de los tatas, a que coman sin derramar nada, a que mantengan la mano arriba de la mesa, a que sean unos niños y niñas “Florero”, que nos hagan sentir orgullosos por lo buenos padres que somos y que no generen ningún comentario negativo de parte de nuestro público, o esa de la sociedad, la misma que se siente autorizada para aplaudir lo "correcto" y condenar lo "incorrecto". Yo ya decidí: No quiero niños y niñas “Florero”, quiero niños, niñas felices!!!!!!!!!!!!!

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